martes, 15 de enero de 2008

Caput.

Siempre me dije que si terminabamos, nada iba a ser en mala. Pero en verdad, nunca me puse en el papel de hacerlo de verdad. No es que con eso me refiera a que lo hicimos "en mala", pero "en mala"-me dolió. Y cómo no. En ese rato que estuvimos en esa banca, no pude dejar de pensar en todas las veces que me besaste, me abrasaste, o todas las que decee quedarme a solas contigo. En todas las cosas que tenía planeadas, los viajes a la casa de mi tía (no alcancé a decirte que estabamos cordialmente invitados, y gratis) a Villa Alemana, que ya no podré ir más a tu casa, ni a verte, ni a jugar con Favio, no compartiré nada más contigo. No podré demostrarte nada más del amor que siento. Pero qué mas da. Sé que será difícil. Sé que lo es, en este momento, pero lo que no te mata, te hace más fuerte... ("vamos cata, sé fuerte")

Me he repuesto de varias desiluciones amorosas, por decirlo de algún modo. Espero que esta no sea la exepción. Espero. Espero.

(Te?) Espero...

...

Caminé lejos de la plaza por casi media hora, por Gerónimo hacia abajo, abajo, abajo, bien abajo, bien lejos. Lloraba, lloraba como nunca quise llorar en público, pero menos mal que no tenía público. Me dolían los pies (exelente, a pleno sol, en pleno verano, con arpargatas y la cara llena de mocos) y nadie me dijo nada. Sollocé, y grité. Luego se acabaron las lágrimas y sólo caminé. No había nadie en la casa de la Daphne.
El matías.
No contestaba el teléfono. "No pierdo nada con ir y ver si está...". Caminé demasiado. Pero no dolía. Ya no dolía. Es gracioso como los sentidos se nublan cuando hay otro dolor más grande que todo lo demás.
Lo llamé a la puerta. De adentro se escuchaban sus hermanos "dile que no está oh, mira es una mina, dile que no está". Al rato bajó las escaleras (lo escuché) y salió. Me vió y me dijo "¿Te patió muer?". No tuve necesidad de responderle. Creo que mi cara decía todo lo que necesitaba expresar en ese momento. "Mi Catita", me dijo, y me abrazó. Lloré un poco sobre su hombro. "Acompañame a la casa de la Carol, porfa" le dije. "Pero muer, mirame, ni me he bañado". "No importa, acompañame". Y no siguió pensándolo. Entró a su casa, me quedé afuera. A los dos minutos salió con un banano de colores y me dijo "ya muer, vamos".
La Carol, a la que había llamado en cuanto me fui de la plaza, me estaba esperando el Enrique Olivares con Avda. La Florida (todo eso caminé, y más hasta su casa), y cuando la ví, más pena me dió. Ahora recordé la primera vez que te besé, me besaste y nos besamos. Esa vez en la casa de la Cote. No sé porqué, si la Carol no tenía nada que ver con eso. En fin.
Esperamos a la Daphne. Llegó desde las Viscachas a verme, en micro, y con una mochila pesadísima. La ví y me puse a llorar de nuevo. Me carga ser así, tan mujer, tan hormonal. Cómo me gustaría no empezar a extrañarte ahora mismo. No pensar en todas las veces que me dijiste que me querías mucho, y las que yo te lo dije a ti. Cuando te dije te amo, y cuando nos besamos en la mañana, después de la primera fiesta. Sé que no abrá segundas oportunidades. Siempre me dijiste que nunca hubo con ninguna antes que yo, y no pretendo que me des otra a mi. Pero la verdad es que no puedo obligarte a quererme como pareja si ya no sientes lo mismo. No saco nada con pedir consejos de la demás gente. La Cote me dijo "él se lo pierde". Pero yo no quiero que me pierdas. Estuve segura de que terminarías conmigo desde el momento en que no percibí el beso de bienvenida, en la plaza ésa, pero la verdad fue que lo sospeché desde mucho antes. Desde que ya no me llamabas por teléfono tan seguido. No buscabas mi cara para besarme. No me rodeabas con tus brazos por mi cintura. No te tirabas encima mío y me besabas dulcemente. Ya hasta tu mirada era distinta. Pero una siempre quiere que solo sean cosas que van a pasar. Una siempre, como estúpida, cree que son cosas del estrés de entrar a la ú, los trámites y esas cosas.

Cuento corto: Cuando llegué por fin a mi casa (10:15 pm), entré a mi pieza y como en mi pelicula favorita, te limpié. Saqué tus fotos de mi pared, la flor de la graduación del felo, el corazón de alambre, el elefante de alambre, el corazón que me dió tu hermana chica, la targeta de los dos meses, y todo rastro de ti. Confieso que no quise hacerlo, me duele, duele demasiado.

Creo que no quiero volver a pasar por esto. Lo único que tengo claro, es que te quiero demasiado como para perderte, pero ya no hay vuelta que darle. Estoy configurada por ti, para no insistir, para no pedir segundas oportunidades. Al fin y al cabo siempre me dijiste que no las dabas.

Qué Pena me da.
Mas pena me da, saberme con esperanzas inútiles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pasara un día
lo juro
pucha pequeña lo siento
en fin
vamos que se puede sobrevivir
saludos pegoteados y besos
bye
Jäavi