sábado, 5 de marzo de 2011

Pequeña.

Me acuerdo cuando la Lee llegaba al lado de mi cama maullando suavemente, yo le golpeaba la cama, se subia y le abria las sabanas.

Ella se meía como un niño chico y se acurrucaba ronrroneando y haciendo ese maullido suave que siempre hacia, como agradeciendo, como diciendo "gracias, te quiero, gracias" y se quedaba dormida moviendose como soñando que cazaba un ratón o algún insecto, como anticipandose a que su vida no duraría mucho, como viviendo dos veces.

Lee, siempre te recordaré como la gatiRa dulce y juguetona que eras. Ojalá en tu proxima vida seas algo maravilloso, lleno de luz.
Ojalá logres sobreponerte a tu muerte en fauces de los perros.
Cuando te encontré no supe que hacer. Quise llorar, pero no pude, me quedé simplemente tapándome la boca con las manos. Creo que es eso a lo que llaman en shock, como cuando uno se queda parado mirando el cuerpo inerte de la mascota cuyos ojos ya no ven, cuya piel ya no siente, garganta no ronrronea ni maulla ni respira... ni nada. Pensé "la Lee ya no está acá, esto es un envase vacío" y ahí pude llorar. Grité. Total estaba sola. Igual es penca estar sola cuando pasan estas cosas. No tenia plata en el cel para llamar a nadie asi que le imploré en voz alta "mamá llámame" una y otra vez, a los 10 minutos me llamó. Mi hermano ya había llegado y estaba atónito mirando cómo las moscas se metían por los orificios abiertos de la Lee, metiendole larvas o quién sabe qué cosas adentro. Así es la naturaleza, cada cierto tiempo viene a recordarnos que polvo somos y en polvo nos convertiremos. Suerte que sea polvo de estrellas y nuestra alma sea inmortal. Eso me consuela, saber que Lee está disfrutando de la compañía compasiva y amorosa del Creador de nuestras almas.

Los tengo siempre en el corazón a ti y al Milo.