jueves, 28 de junio de 2007

Vacaciones.




Y nada. Quiero tomarme unas vacaciones en algún lugar.

Que me hagan un masaje de tres horas y me saquen todos los nudos de la espalda.

Que ya no me duela el lumbago por tanto dibujo y computador, ni que los tendones me griten chuchadas cuando tomo un Mouse o un pincel.

Que esté yo en una playa acostada en la arena con el sol en la cara y con un calor rico que no sea calor de verdad porque la brisa, marina y salada, refresca toda mi piel.

Caminar por el borde costero y de repente parar. Abrirle los brazos al mar. Cerrar los ojos. Gritar fuerte. Sentir la brisa, y nada más. La brisa y el agua helada en mis pies. Nada más que eso y mi voz cantándole a la vida simple.

Después, estar acostada en mi cama, sin saber si hacer o deshacer. Sola y sin tener que hacer nada. Hacer una llamada y salir.

Que tengan tiempo guardado para darme. Que me consideren siempre.

Escuchar el ruido de las hojas mecidas por el viento en la línea del tren que cruza la parcelación. Sentarme al medio de la línea de este tren fantasma y observar. Callar. Sentir de nuevo la brisa, y descubrir que algo se mueve más adelante entre la maleza crecida entre las durmientes. Un conejo.

Que ya no tenga que levantarme a las 6 de la mañana.

Tener que salir en mi citroneta sólo porque quiero, y no porque debo.

Ir a Villa Alemana a visitar a mis primas. Ir a Villa Alemana manejando yo sola mi citro.

Que sea verano para ir por el día a tirar pinta en Valpo, con un vestido verde limón bien lindo, un chaleco morado, unas patas rojas ad hoc con unas zapatillas converse azules súper chapulinas, y un peinado descuidado de gringa que ni Oscar de la Renta me saca de la cabeza. Con una cámara de video en el cuello y una de fotos en la mano. Hablando inglés solamente conmigo y con un turista que me encuentre botado en la calle. O con algún amigo que sea capaz de hacer el loco como yo. Eso sería de lo más ideal.

También quiero un lolo que me llame por mi nombre secreto en secreto, mientras me masculla entre el cuello y el oído que no quedan helados de pistacho azules por la fuerte demanda de frijoles morados euroasiáticos del antiguo pueblo inca, y que el helado de mandarina sueca también se acabó por la crisis paraguaya de melocotones australianos de Camboya del noroeste español que está en huelga por la crisis energética en Argentina (que mala suerte).

Que luego me mire a los ojos y yo baje mi mirada a su boca. Que suceda. Que siempre suceda. Que sus risas siempre hagan fiestas con las mías en una fogata sin fuego.

Sería perfecto caminar por una cuidad jardín que tenga un reloj de flores, y un edifico rodeado de agua. Caminar siempre. Recorrer hasta que me ardan los pies, y descubrir que me perdí y recurrir a la policía.

Perderme para llegar muy lejos preguntando.

“Disculpe… ¿Dónde queda el teatro municipal?, estoy un poco perdida y bueno entré acá porque pensé que tal vez usted sabría…mmm… claro, ¿Sabe usted de casualidad, qué obras están en cartelera?... ¿no?... entonces, ¿podría tan solo decirme dónde está el baño?... ah, no hay baño si no consumo algo acá… mmm… ¿Cuánto cuesta el jugo de manzanas?... ¡¿$1500?!, no no no no, usted me entendió mal, yo me refería a ese jugo Watts de la vitrina claro, ese de boca ancha, más común imposible, el de 250cc… si ése… ¿mil quinientos?... bueno gracias, hasta luego.” Que los comestibles y bebestibles no cuesten más allá de 1000 pesos (no más de 500 si es posible).

Pasar bochornos divertidos. Hablar largas horas por teléfono con alguien, y reír. Reír mucho.

Sacar tantas fotos que tenga que vaciar todos los días mi cámara en el PC. Y que salgan todas tan maravillosas que las guarde en un CD y las imprima a todo color.

Hacer un álbum bien guatón de fotos bellas, y ponerles notas autoadhesivas en el plástico que las cubre.

Algo así serían mis vacaciones ideales.