sábado, 13 de agosto de 2005

Terriblemente.

Yo sé que ultimamente no he estado muy bien que digamos.
Me siento terriblemente acompañada y sola.

Y es que no sé por qué tengo esa predisposición a la nobleza.
Pero no a la nobleza de los reyes. Ni gota de sangre azul me quedaría.
Es esa nobleza que te hace desear lo mejor para los que amas.

Aún cuando se rompa tu corazón en mil pedazos una y otra vez, y quieras cortarte el pelo a tijeretazos sin medidas de precaución. No te importa cortarte una oreja. Y si es así, mejor todavía. Pero lo que realmente importa es que sea feliz.

Todos los años. Todas las vidas. Todos los sentimientos bellos que alguna vez pasaron por aquí. Todo ha sido siempre la misma historia. Pero, ¿saben?, a ninguno le deseo mal. Con ninguno me vengaría. Porque la historia ha dicho que hacer eso no me serviría. No los obligo a quererme y por eso sufro: no incluyeron en mi diccionario el término "egoísmo-sentimental".

Yo sé que no es culpa de los demás. Incluso he llegado a culparme a mi misma. Y a Dios. Y a mi propio corazón.
Y es que me pregunto una y otra vez:
¿Por qué no me puedo enamorar sin resultar de alguna forma dañada?
¿Por qué Dios hizo al amor tan difícil y caprichoso?
¿Por qué no puedo vivir sin tener que enamorarme de cada persona que me presta un poquito de atención?
¿Por qué me gustaría tanto gritar a los cuatro vientos con y sin motivo, cuando lo único que quiero monumentalmente, es llorar sin que alguien se acerque y me pregunte: "¿qué te pasa?", y solamente me dé un abrazo cálido?
¿Es tan difícil conseguir un poco de felicidad?.

Yo no pido nada a cambio, y nunca lo he hecho. Lo único que quiero es que seas feliz. Lo único que me importa es que vivas tu vida como mejor te parezca. Y si quieres incluirme en ella, mejor, pero no estás obligado a nada. Nunca he obligado. Sobre todo si son personas tan bellas y honestas. Porque uno no se topa con ellas todos los días.

"Aquel día se cumplía una semana desde la muerte de su hijo menor. Estaba yo junto al empresario más importante de toda la cuidad. Todo tenía. Una enorme casa. Automóviles en un estacionamiento subterráneo. Millones en los bancos de todo el mundo, y miles de billones de acciones del mejor petróleo. Yo era solamente una empleada más. Estabamos haciendo la cotización para un nuevo jardín. Entonces le digo: "¡Don Guido, qué grande es su casa!".
"A veces no se necesitan grandes cosas para ser feliz..." me responde con los ojos húmedos."
(Catalina Vásquez)

Fragmento de una historia que simula lo triste que puede ser la vida cuando no se disfrutan los pequeños detalles.
Por eso no me ligo a nadie ni obligo a nadie a ligarse a mi. Disfruto de los pequeños momentos. Esos que hasta puedes oler en tus sueños. Que se sienten en las mejillas. Que se observan con el tiempo. Esos de los cuales puedes recordar cada detalle como si estuvieras viviendolo en ese momento. Esos momentos que te quitan la respiración cuando piensas de nuevo en ello. Los momentos que he pasado. Inolvidables.

Hasta el tibio aroma primaveral de un capullo de flor es suficiente para querer vivir libre y en paz.

Me temo que nunca será como yo quiero que sea. Al fin y al cabo, el mundo se mis sueños no existe a menos que crea firmemente en él.

Pero, como dicen las buenas lenguas, "La Esperanza Es Lo Último Que Se Pierde".