sábado, 4 de junio de 2005

¿Porqué siempre me pasa lo mismo?

Hay quienes dicen que mi vida es aburrida. Que, poco menos, no tengo. Y les estoy empezando a encontrar un poco de razón.
Me han castigado, y lo han hecho por el simple motivo de enfermarme dos veces en tres semanas. No puedo salir a menos que sea a ambientes calefaccionados. Para no sufrir de frío-extremo o congelamiento-glacial.
Pero, es el colmo!

Sé que es una irresponsabilidad del porte de un buque, el haberme enfermado tan seguido, pero ¿deben arruinarme también mis panoramas de las próximas semanas, porque decidieron que no gastarían más plata en remedios míos durante el año?.
Lo encuentro reverendamente injusto. No puede ser.
Más encima, ahora mismo atravieso por una de esas depresiones que no te dejan pensar con claridad y te llevan a retomar la escritura de tu blog, cuando hace semanas que no escribías en él.
Y es cierto que no estoy sola como yo creo estarlo. Pero la alegría que llega con mis amigas, se va con ellas cuando dejan mi casa. Cuando atraviesan el umbral de la puerta, portón o ventana.
No sé muy bien que es lo que me está pasando. Empiezo a sospechar que ya no le tengo fe al amor. Al menos, no tanta como la que creía tener.
He descubierto que las opciones de mi vida siempre son las mismas, y que de algún modo, siempre llego al mismo lugar. Donde empecé. Al punto de partida.
No entiendo cómo me las arreglo para volver. Para desechar todas las posibilidades de lograr ganar el juego. ¿Será que no logro captar las reglas, o que simplemente no puse atención cuando las estaban explicando?. O tal vez aún no soy una jugadora oficial. Quizás mi turno no ha llegado.
Bueno. Quién sabe.
En verdad, no es ese el punto.
El punto de todo esto es que, para rematar mi perfecto y casi invicto paso a través de las enfermedades que últimamente me han afectado, mis padres me han prohibido salir de mi casa, a pasearme por los diversos carretes que, justo cuando me enfermo, se desarrollan, y a los cuales tengo miles de ganas de ir.
No les bastó con que me quedara dos semanas enteras en mi cama, convaleciente. No. Tenían que dejarme también otras dos semanas más en mi casa, porque no permitirán que otro grupo de maliciosas amebas sin corazón, irrumpan en mi cuerpo.
Pero yo necesito salir. También quiero mi vida normal de vuelta. Ni siquiera mi madre pudo darme dos mil míseros pesos, para ir a cortarme el pelo.
Ya. Si yo sé que me quieren tanto que no se permitirán gastar más dinero en remedios, paracetamoles y jarabes amargos, con tal de que los microbios que se desarrollan a un nivel alarmante en mi cuerpo, mueran sin tregua; pero yo también quiero divertirme. Quiero salir a bailar a alguna parte.
Solo espero que no se les ocurra acabar los carretes, porque me estoy mejorando y cuando lo haga por completo, no habrá quien me detenga.

Carrete, Carrete, eo!
Carrete, Carrete, oa!

(...)

No hay comentarios.: