sábado, 2 de septiembre de 2006

El Hoy.

Escribir con Paris Combo como música de fondo, es mi último y gran placer. Aún más si antes, o mientras, me acompaña un cigarro.

No es muy sano si consideramos el cigarro, pero me relajo. Tengo que hacer esto más seguido. No miento, da sueño, pero el placer lo desliza hacia un lado del metabolismo y ya no se siente tan fuerte como ese sueño que te da después de un gran día de hacer cosas.

Hoy no hice hecho gran cosa, pero mi vida me consuela con estos pequeños placeres.
No niego y reniego que me gustaría mas gastar mi tiempo en algo más provechoso, pero tiempo ya tendré. No me siento sola, pero debo confesar con vergüenza, que esas ganas locas de besar a alguien que realmente me atraiga son fuertes y se me presentan en varias ocasiones y varias personas que se cruzan en mi vida actual. Llámenme como quieran, pero besar no es un engaño para nadie. Andar besando a la gente es más que solo un simple beso. Depende. Si es con cariño es una cosa. El amor es algo completamente diferente. Con el amor las cosas son más difíciles y, aunque tal vez para no todos, para mi es “el paso” que me cuesta dar. No me gusta besar si no sé realmente que esa persona me corresponde. Porque, querámoslo o no, besar a alguien que no te corresponde es lo más triste de esta vida.

Imaginen por un momento estar con ese ser que quieren y robarle un beso. Lo ideal (“ideal” refiriéndose a lo soñado, a lo anhelado.) sería que al término de ese beso, aquella persona a la que besamos quiera otro (solo me ha pasado una vez esto, y es que no conocía al tipo en cuestión, estaba en una disco... y debo reconocer que aquel besaba muy bien, aunque yo no quería seguir besándolo, porque sabía que “tirar” con alguien y después no verle jamás, es una tristeza ahorrable), pero no todas las veces pasa eso.

Es más difícil besar a tu mejor partner que a un desconocido. Por mucho que te guste tu amigo no es recomendable hacerlo... por lo menos yo no lo haría a menos que estuviera SEGURA de que susodicho también me corresponde y ese es mi problema del siglo.

Hay gente que no es directa y a mi la “in dirección” no me viene nada de bien. Si no me dicen las cosas tal y como son, no funciono, no me despabilo, no entiendo y todo queda en simplemente ‘nada’. Ese ‘aquí no ha pasado nada’ que tanto odio y amo (como cuando descubres a alguien haciendo algo, y simulas que nunca lo viste haciendo eso, y nadie habla de eso que lo viste hacer y al final ambas partes lo olvidan). Porque si ‘algo’ hubiese pasado no dudo en que la toxicidad hubiera sido fatal para mis sentimientos y mi corazón. Yo creo que por eso no beso, en su momento, tan fácilmente a la gente que quiero tanto. Me cuesta, porque no sé. Y ese ‘no sé’, no es de no saber besar, sino que un ‘no sé’ lo que le pasa a él. Y esto es tan obvio que hasta resulta estúpido. Es obvio que si no me dicen las cosas claramente no sabré a lo que me enfrento.

Por eso agradezco que la gente confíe en mi y me cuente las cosas. Porque así puedo conocer más. Saber. Integrar eso que me cuentan con lo que pienso y siento. Y actuar correctamente. No andar con pendejadas, con irreverentes indirectas que al final no se saben si son realidad, si son reales. ¿Cómo puedo saber si son o no verdad?. Lo veo difícil. Mucho, muy, difícil.

No besaré si no me corresponden con sentimientos claros. Si hay confusión la cosa se distorsiona y al final una siempre sufre, porque no se sabe que es a lo que te enfrentas, no sabes que siente el otro, ni que ocurre en esa cabecita loca que tanto te agrada.

¿Estoy muy equivocada?.
¿Sienten lo mismo los hombres con esto que estoy escribiendo?

No es que crea que los hombres son de otro planeta, pero de que piensan y sienten de manera distinta, lo hacen sin lugar a dudas. ¡Ja!. Que afirmación mas ambigua la mía. Pero es cierto. Aunque la ambigüedad también genere en mi cierta desconfianza. Pero no una desconfianza de origen malévolo (como me generaría un tipo vestido con pantalones de tiro largo, usados como si fueran a la cadera, y un par de cicatrices de dudosa procedencia en el rostro, y para completar la escena, una navaja en la mano), es más bien una desconfianza concienzuda que me impide actuar mas allá de un cariñito en el pelo, un abrazo cariñoso o una palmadita en la espalda.

Vale decir que en conclusión de todo este asunto de la confianza del besar, no besaré a menos que sepa si me corresponden de alguna manera. No me gusta andar a tientas por la vida. Amo ser concreta y directa en ocasiones. No estoy hablando de una directividad de orden cotidiano, sino en una de origen y carácter importante. El decir ‘te quiero’ o, el aún más temido, ‘te amo’, cuando sea necesario, y si me lo devuelven pues bien, la vida es así, y si no lo hacen, hay más peces en el mar.

(“pero a mi solo me gusta ése salmón azul”, dirán algunas...)

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