miércoles, 21 de abril de 2010

Premonición?

Siempre pasa tanto tiempo desde la última vez que escribí acá. He dejado varios proyectos personales inconclusos, en stand by. Pero me perdono una vez más y me reconcilio.
Hace un tiempo atrás renuncié a mi trabajo. Según mi madre y el médico general que me hizo visita, tenía un estrés con principio de depresión. Y claro, si lloraba por casi todo. El año nuevo fue nefasto, con decirles que el mismo 31 de diciembre del 2009 tomé el auto a las 1 de la tarde y partí sola, llorando a mares, y con un cd de música poco alentador, hacia Villa Alemana a pasar el año nuevo sentada en un sillón viendo los fuegos artificiales de Viña por la tele (me demoré 6 horas en llegar, el taco era horroroso).
Después de eso me di cuenta de que no era normal pasar por tanto sufrimiento auto impuesto, ni mucho menos por un par de lucas al mes que a las finales me gastaba más de la mitad en puro almuerzo y locomoción. Decidí renunciar después de dos semanas de licencia médica, dos cajas de Noptic para dormir y Flouxetina para lavantar el ánimo. No está de más decir que tuve que ir con mi tía a renunciar, porque el solo hecho de afrontar a ese hombre tan avasallador y terriblemente manipulador hacía que mi mente se nublara y ni si quiera formular un par de frases en mi cabeza. Mi tía me acompañó, la verdad fue mi voz y me defendió. El tipo, claro, se fue en mala, y mi tía me lo afrontó con uñas y dientes (en sentido figurado). Lo obligó a depositarme 80 de las 170 lucas que me debía y al final nos tuvimos que ir porque amenazó con llamar a carabineros si no nos ibamos del lugar. Lo único que le dije fue "yo para acá no vuelvo más". No me importaba la plata que me debía. No valía la pena luchar por un par de papeles impresos que más que nada sirven para comprar cosas inverosímiles que se gastan en un par de días.

No mucho tiempo después tuve un sueño. Todavía era verano y no fue una de esas noches calurosas. Soñé que aún no había finiquitado el asunto de la renuncia y que mi ex jefe aún me debía dinero. Había ido a un edificio de cristal, alto, muy alto y con un ascensor grandioso y dorado al centro de este magnífico edificio circular. Para subir a las oficinas donde supuestamente estaba la empresa de este tipo que me debía dinero, yo tenía que subirme al ascensor y llegar a una plataforma que subdividía los diferentes pisos con oficinas. Bien, subí y no estaba, asi que volví al lobby y observé a la gente. Derrepente lo ví subir a este gran ascensor y quise seguirlo pero ya se habían cerrado las puertas y no pude subir. Cuando me dirigía a las escaleras de emergencia para subir por ellas, escuché un gran estruendo y vi que el ascensor de cristal y oro, había caído espectacularmente y se había echo añicos en el suelo, con toda la gente en él. No había sangre pero sí cuerpos apretujados en posiciones extrañas en medio de los vidrios y el dorado que salpicaban todo el lobby.
Como si no fuera gran cosa, miré el accidente y me volteé a seguir subiendo por las escaleras. Como si eso fuese lo que siempre debí haber echo. Subí por unas escaleras que ya no eran de vidrio, sino que a cada peldaño parecían más y más viejas, antigüas... al final de la escalera, que no tenía más de unos 10 escalones había una puerta oscura. Al abrir la puerta no encontré oficinas como yo creía, sino que habían ruinas. Un espacio abierto, un campo lleno con muchas estatuas, edificios y columnas en ruinas, con musgo encima por un humedad que yo no sentía. Era un paisaje hermoso.
Olvidé mi propósito, olvidé cómo había llegado ahí ni qué era lo que me llevó a subir las escaleras. Solo supe que estaba en el lugar correcto en el momento correcto. Hice lo único que podía hacer: recorrí las ruinas, mirando cada detalle. Muchas de las estatuas eran mujeres y hombres con túnicas, muy parecidas a las que se encontrarían en algún templo abandonado en Grecia. Llegué a una especie de balcón y abajo había una explanada de pasto bastante extensa, ahí habían dos pavos reales normales, pero con plumas blancas. Normalmente hay dos tipos de pavos reales, los normales y los blancos, pero estos tenían el plumaje de color y las plumas de la cola blancas. Para variar, eran hermosos.
Después el sueño cambió un poco y llegué a una casita como de cuentos, y adentro había algo así como un gran perchero lleno de disfraces, y dos niños jugando. No recuerdo nada más, creo que ahí fue cuando desperté.

Como no fue un sueño muy normal que digamos, me dediqué a recordar lo más que pudiese del sueño hasta que investigara el significado. A grandes rasgos el sueño significó que donde yo trabajaba no era un lugar seguro, que el ascensor se caería tarde o temprano y que yo había salido a tiempo. El que subiera las escaleras hacia unas ruinas y viera esos pavos reales, significó que recobraría o me daría cuenta de una sabiduría interna muy antigüa, que hasta quizás viniera de otras vidas y que la experiencia de sufrir tanto por este trabajo, que no me satisfacía y me estaba haciendo mal, gatillaría mi encuentro con esta sabiduría interna.

El sábado pasado me enteré que a la empresa no le está llendo nada bien, que muchos empleados se han ido y que incluso algunos han demandado al tipo en cuestión. El ascensor se caerá, yo ya lo presencié. Pero estaré ahí para vivirlo. Ya no.

Ahora estoy haciendo cosas que no requieren de dinero, sino que de compromiso y amor por lo que se hace. Creo que esto me llena más que pasar 10 horas metida en una oficina sin ventanas.
Señor. Lección aprendida.